Fuera de ti sólo queda el deseo
que choca contra tu piel como el mar embravado.
No soy como la hiedra que cubre la piedra,
ni se cultivar flores en el jardín.
Sólo soy el aire inflamado por tus besos
y el deseo de tu cuerpo y tu pasión.
Los guardianes apostados a la puerta
sin dejar a nadie entrar ni salir,
en los campos infinitos o en oscuras celdas
un río de sangre nos separa.
No eran ciertas las palabras que se grabaron en mi,
tampoco las que inventé para poderte tener.
Derrumbaron los caminos, ¿hacia donde puedo ir?
El sol sigue alumbrando y la luna sigue aullando.
Y es que cada paso que doy hace girar la tierra
hacia el brillante amanecer o hacia el oscuro ocaso.
Derrumbaron los caminos, ¿hacia donde puedo ir?
El sol sigue alumbrando y la luna sigue aullando.
Los guardianes apostados a la puerta
sin dejar a nadie entrar ni salir,
en los campos infinitos o en oscuras celdas
un río de sangre nos separa.
Te tengo sólo para mi, ¿quieres tenerme tú a mi?
Deja que se vayan los demás habrá más sitio para los dos.
Pero debo ser el único, como tú lo eres para mi.
Las trincheras convertidas en contenedores rotos
alineados en puertos vacíos.
Las balas de cloroformo que se inyectan por los ojos
y en la carne gorda y fofa.
Las pantallas están por todas partes
invadiendo y devorando sueños.
Sólo había que pulsar un interruptor
para hacer finalizar la guerra y el horror,
y de nuevo estabas tú, sin dejarme de mirar.
Ya no eras un perro ladrando, una nube oscura,
eras una luz brillante, el sonido que me cura.
Estrellé mi guitarra contra el acantilado
eso es lo que les pasa a las aves de fuego.
Sus destellos pegados a las rocas
alimenta a los peces, a las gaviotas
que vuelan como pájaros de arena que son
amortajando a las nubes con su hueco canto.
Sólo el aire vibrando en tu boca
llena los poros vacíos.
La tarde aguarda la noche como mi corazón tu boca,
en el destino oculto de un beso que no llega.
Por eso estrellé mi guitarra, para no escuchar nunca jamás
su anhelante canto fresco que no acaba.
Los ríos que se vierten en tus ojos
cuando la espada de fuego traspasa mi pecho
arrastra el rumor de los pasos
que furtivamente se hunden en la tierra.
Limpia tu cara de carmín
para abrir los poros ocultos de tu piel
por donde respiran las flores
de sol y tormento, de luna y llanto.
Que pena de inmensa gloria
destilan tus ojos cegados por la aurora.
perdido en la noche que no acaba
buscando sin cesar nocturna presa.
Al puerto donde llegan mis manos
como grises bandadas de palomas enfermas,
se posan mis tiernas angustias
en el alfeizar de tu ventana.
Al aire, al aire de incienso braman
las oscuras golondrinas del alba.